para colmo variaciones de soberbia matemáticas suicidas entre tantos errores en los párpados si le abrieras paso a mi cuerpo mojada de inocencia o si hubiera al menos una comba de lejanas galerías que se abrace a tu cintura y te rodee de violetas pero julio en los límites del tiempo asomó desde podridos caracoles a dejarnos atrapados en la lluvia como dos espantapájaros sin alma y ya no aturde más la sangre que pretendo todavía ni nos tiemblan las palabras que están solas por debajo de la noche los gorriones se han tragado todo el cielo y sin embargo nos miramos desafiantes como todo lo que muere de silencio ¡ay! ¡desnuda mía! si tus senos asomaran detrás de tu cabello de muchacha y en mis labios de violento arroyo al fin feliz como un llanto de la infancia te dejaras llevar por la corriente. Mauricio Escribano
Una momia es mi amante. En todo encantamiento donde una pirámide oculte una barca que vuela. Dime entonces. Si arribaron las flores que dejé en la tumba. Y al fin sigue diciendo. Allí donde sea que tu alma y la lluvia. Di mi nombre otra vez y el conjuro que despierta el amor debajo de la tierra. Mauricio Escribano Imagen Laura Makabresku
Ante el fuego firmé el juramento. La luna a mi lado y a orilla del mar un rosario de estrellas. Su piel fue encendiendo en mi boca la firma. No pudo omitir la humedad: Confluí con las olas. Y di curso legal a su cuerpo dispuesto a cumplir el contrato besándole incluso las letras pequeñas. Mauricio Escribano Imagen Alenapetite
De tu mano escribí mi alegría. A contra reloj busque letras para terminar el poema. Revolví los cajones. Y hallé aureolas del cielo en las sábanas del viernes. Sin querer te quise. Inclinada sobre tu cepillo de dientes. Honestamente te quise. Aguerrido. Por vocación de asalto. Despanzurrado de risa. Quizás fue destino o la arquitectura de tus pómulos. El rímel negro. Los pájaros africanos o el Manual Del Guerrillero. No lo sé. Pero te quise riendo. Y justo ahora me rio. Por querer cambiar tu mundo me ahogo de risa en la selva. Solo. Humilde. Rendido. Como se rinde un rebelde, con el pequeño privilegio de poder llorarte de risa. Mauricio Escribano Imagen Alexander Shark
Rasgué la seda. Rompí el capullo. Y me di a la fuga volando una nube de flores. Eso lo recuerdo. Volví de la amnesia haciendo el amor con la flor de la melancolía. Ahora llevo su ardor en las alas. Del color de los labios que dejan las rosas en los aviadores. Mauricio Escribano Imagen Hélène Desplechin
Las águilas gritan y ya nadie escucha al que clama entre los girasoles. Sentime algo ingenuo. La revolución necesita dentro de las venas del pueblo que corra la sangre. Yo mismo desciendo de los anarquistas. Pero conozco otra bomba. Y también el segundo en que viaja la onda expansiva si todo guerrero se atreviera a aquello que tanto avergüenza al cobarde. Tenemos que hacerlo. Aunque nos hayan dicho que eso no es de hombres: <<Amar es el único verbo encarnado que acciona la bomba profunda>> Mauricio Escribano Imagen Luca Conviti
De verdad que me gusta tu boca. Su temperatura. La temeridad que recorre el contorno y alude directo a mis iniciales. Por eso te beso. Primero lo hago. Luego ya veremos si existen grandiosas palabras después de tus labios fatales. Mauricio Escribano Imagen Jone Reed
allá en las alturas hay un pedacito nevado vecino a las nubes donde el unicornio y la primavera deshielan los bosques cuando nos besamos imponiéndole al aire la temperatura en que vuelan celestes gorriones besando en la boca a las flores que imitan tus labios. Mauricio Escribano
Desentraño tu idioma. Con cada parpadeo sumerjo en mí mismo la luz y su velocidad sustrayendo al espejo el reflejo del tiempo donde te encontraba. Llevo días así. Rondando indomable esta siembra de estrellas que embarcan mis venas de amor forajido. Ya todo me desborda. Si cepillo mis dientes la espuma se llena de boca. Y una constelación me sonríe brillando a trasluz de tu cuerpo infinito. Mauricio Escribano Imagen Anna O
Cómo decirte que vivís debajo de un sombrero. Que alumbrás la casa de los muertos con tu lámpara de niebla perdida en el lenguaje de la escarcha. Cómo decirte que estás loca inconclusa para siempre envuelta en lienzos de furiosa telaraña. O que tu amor no tiene pulso sino la forma de un espejo de indefensa geometría. Cómo decirte que despiertes si soltaré tu mano cuando el sol esté saliendo y todo desaparezca entre las cosas terminadas. Mauricio Escribano Imagen Daniel Ojeda
Enumero la nostalgia. He sido niño. He sido joven. Ahora soy alas. Abro el surco entre los muslos de la aurora para sembrar mi palabra en los canteros y que florezca el relámpago en la tierra. Solo una nube seré de viejo. La que desborde el poema en tu ventana. Mauricio Escribano Imagen Isa Marcelli
Aunque tengo un sextante que narra las olas y apunta hacia el cielo de la poesía. Tú eres el único viento que llena mis velas de plumas. No hay otro barco que pueda alcanzar a mis rojos halcones si a otras realidades deslizas mí antiguo navío. Y juntos, el mar y la piel, alzan vuelo. Mauricio Escribano
Ha montado su sexo sobre mi ataúd. Porque entonces le nacen alitas de azul muselina. Esfera y silencio. Le divierte el silencio. Su erección. Mi rugido. El dialecto de los monasterios. No tiene bordes la luz de nuestros corazones. Ni la sangre del texto que cae en racimos. Ella canta a la cruz y a las piedras oscuras. Al vacío le canta. A la perpetuidad de la lluvia y el viento. Mauricio Escribano Imagen Laura Makabresku
Algunos silencios crecen, llaman a la puerta, entran sudorosos, como uno solo, gordo y estúpido, pero serio. El silencio habla poco o casi nada, pero duerme todo lo que puede. Tú le gritas, lo golpeas, luego te disculpas, te muestras elevada, echando humo por la boca rota: Lo observas como a un gato mal herido que vino a morir a tu casa. Entonces siempre llueven chispas y caen cenizas sobre tus alas de estruendo. Miras tus libros apilados contra la pared, viejos amigos con los que ya no conversas, buscas tu rímel, tu lápiz de labio, le metes colorete a tu corazón triste, para que el silencio domine tu cintura y te toque los senos. Hasta que por tu mejilla vuelve a rodar una lágrima negra (mientras el silencio se te mete en los huesos), y bates tus alas frenética, sin poder levantar vuelo. Mauricio Escribano Imagen Katia Chausheva
Solo bajo tierra este amor sigue intacto como el cuerpo de un santo. Oculto en una tumba de prohibida transparencia sin otro lugar donde encontrarnos. Un mismo amor alojado en las arterias de la noche celebra su plutónica victoria. Así en tu boca pálida beso la ranura del silencio mientras mis manos desnudan el sepulcro. Mauricio Escribano Imagen Laura Makabresku
Íbamos a acercarnos sin preocuparnos demasiado o quizás hablando en voz baja como si corriéramos peligro. Cruzaríamos un puente de magnolias afligidas. Yo le dije a la aurora que te traiga. Solo quería estar a un milímetro tuyo darte un pájaro en la mano verte salir volando. Ahora ya no sabré si existes o si las flores que llevaba tenían ganas de estar solas en alguna ventana sin memoria. Mauricio Escribano
Y yo que venía de ser imaginado vi que eras algo cierto. Y que proponías con tus manos, que tu pelo perfumaba, que tu boca quería de manera diferente, y que tus pechos le apuntaban sus fusiles a mi pecho, ya agotada tu paciencia, dispuesta a atravesar mi lenguaje con tu lengua. Mauricio Escribano Imagen Katia Chausheva
Nosotros no nos evaporamos en esta tristeza por nada. Lo hacemos para exhalar un ángel que excede la muerte y ahonda en lo interminable. Somos jaulas que se parten con el tiempo. Portadores de un amor que abre sus alas. Mauricio Escribano
Siempre fue lo que creía. La pupila ha de enterrarse en lo más hondo de una estrella si se quiere reflejar sobre la tierra. Sin embargo en el basalto de un amor impenetrable terminé con mis creencias. Yo la amaba. Gasté mis ojos amándola en lo más alto donde nadie la veía. Y la amé en punta de pie como ama brutalmente la ternura. Por lo demás aún quedan restos de pestañas en el viento y mis ojos que cayeron a la tierra. Mauricio Escribano Imagen Marta Navarro
No sé cómo lo hago no lo pienso. Pero de algún modo mi mano te toca se posa en tu hombro y bailamos de espaldas mientras bailamos con otros. Lo que queda de la noche aún insiste en la mañana cuando los diminutivos se agigantan y te veo armada de sexo con las manos mojadas. Ahora podremos estar en paz con los errores. Ya vimos la estadística. Seguiremos muy juntos así separados viviendo de espaldas. Mauricio Escribano Imagen Antonio Palmerini
Tuve que salir corriendo empezar de nuevo lo que aún no termina volver a limpiarlo todo meterme en una cueva traslúcida a rescatar un caballo mío regresar en moto abrazados cuidarte de un perro que habla y después muerde encontrarme en el presente con el pasado dar vueltas las cosas palpar la luz hasta que el diablo aparezca tener una erección cuando estaba tranquilo y volver a barajar para ver qué cartas me tocan justo a mitad de la vida. Mauricio Escribano Imagen Jone Reed
no me dejaste ver pero lo vi casi todo tenías un gato que saluda botellones traslúcidos un corsé abierto cohibiendo tus costillas para que nunca olvides la burla de la infancia. como dije vi ese gato que saluda entre dos mundos (el tuyo y el mío) te vi un ojo arañado los labios despintados un chicle amarillo marcando el lugar donde enterraste el fuego y el pelo recogido como un lujo solitario. todo daba la impresión de estar bajo la lluvia la cama dormida un pulmón que se traga los besos algunas pelusas de flores en duda la foto de mamá fumando de costado tu boca de Pink Floyd y una cajita de llorar sobre la mesa. no supe qué decir ni quiero ahora seguir enamorándome en tu angustia -tengo una sensación de cachetazo ardiendo el pómulo en la cifra de la noche-.
será que tu otro ojo
no sabía nada de lo nuestro y solo espiaba mi sombra contra el piso. Mauricio Escribano Imagen Diane Powers
Si en la piel del humo yo te invento tú te conviertes en hoguera. Si con vocales de ceniza yo te invento una partida tú te conviertes en el viento. Incluso si a veces mi lenguaje es como el agua tú te escurres desnuda entre mis dedos. Mauricio Escribano
Es natural que muerda algún párrafo y una gacela taciturna desaparezca. He llegado a poseer la soledad ardientemente y ocurre que mi lengua se dilata en su boca perdurable. Ya tan cerca estoy de tener fauces que oculto mi rostro en australes arboledas. Mauricio Escribano
Seca ramas de sauce entrelazadas. Serán coronas de lluvia. También llena bolsas de viento. Esconde en un jardín abandonado sus muñecas sin cabeza. Para ella el sol es solo una araña que teje el rocío. No sabe que se reza a sí misma. Ni que es tan bella su absurda penitencia. Su madre le arroja cosas para que se vaya y ella queda atrapada en medio de ilusiones. Está asustada. Querría ir a cazar una mariposa. Yo la amo muchísimo. Si supiera cuanto la amo flotaría sobre el césped. Recuerdo una noche. La seguí hasta un lugar que decía ser seguro. Justo allí nos aguardaban los tigres del hielo. Nunca sabremos cuándo terminará todo esto. Su madre está muerta. Sin embargo la aconseja. Ahí viene. Otra vez trae en la red un dragón creyendo que es una mariposa. Su madre le dijo: “hacele creer a cada hombre que te gusta mucho”. Y ella ya no sabe si seguir obedeciendo o cortarle la cabeza a otra muñeca. Mauricio Escribano Imagen Polina Washington